lunes, 30 de agosto de 2021

El mundo es un pañuelo

 Premisa: Un hombre viaja al futuro y encuentra humanos extraños y distantes. Con ayuda de un anciano intentará cambiar la historia.

Personajes: Juan, Pedro, Rosa y Raquel.

Juan ha viajado al futuro. El lugar donde ha llegado es una amplia habitación color plata con cuatro camas ubicadas muy lejos de las ventanas. No hay otros muebles  que revelen actividad cotidiana, lo cual lo desconcierta. Nada de  lo que observa se parece  a lo que había imaginado. Tres personajes están acostados sobre las camas pero ninguno habla entre sí. Al parecer, teclear sobre un dispositivo electrónico  es su único medio de comunicación.  Juan los ve  impasibles e insensibles;  se siente  extraño entre humanos distantes. 

Juan: El mundo es un pañuelo (Se siente muy torpe. Ríe de nervios. Es lo primero que exclama al ver humanos deformes. Y lo hace mirando a los ojos de Pedro. Pedro no se  desconcierta). 

Raquel: ¿Quién eres tú que dice que el mundo es un pañuelo? Nosotros no usamos pañuelos.

Rosa: No tenemos lágrimas ni mocos que emerjan de nuestros cuerpos. 

Raquel: Nosotros gobernamos este mundo. ¡Somos Dioses¡

Juan: Ustedes no son humanos.

Raquel:  ¡Insolente¡ ¡Atrevido¡ No me mires así. Soy Diosa. 

Juan: ¿Dioses? Ustedes ni siquiera pueden moverse de ese lugar.  Este tronco que está acopiado a su tórax,  antes servía para moverse. Eran piernas. ¡Mírenme cómo camino¡ ¡Ven como corro¡ ¡Ven como salto¡ ( Juan se mueve frenéticamente)

Pedro: Nosotros somos la inteligencia natural de este mundo.

Juan. Ustedes igual que yo tenían piernas con diez dedos y uñas que protegían con zapatos para que el piso no los lastimase. 

Raquel: Serás nuestro prisionero. (Ya eufórica, mirando a Juan) 

Pedro: Aquí los robots hacen todo. Son nuestros sirvientes. Nos protegen y cuidan.

Juan. Ustedes me asustan con su apatía. 

Raquel. Tú en cambio me haces sentir torpe. ¿Por qué no eres igual a nosotros? ¿Por qué no te conocemos? ¿Por qué no eres un  Dios? 

Juan: No soy de esta época. Nací hace cuatrocientos años. Nieto de los primeros ancianos que huyeron de ese mundo globalizado.

Pedro: ¿Qué es eso?

Juan: Era cuando el  hombre empezó a vivir aislado en su burbuja de la indiferencia. Raquel: Nosotros vivimos así y nos gusta. 

Juan. Los ancianos fueron los primeros en observar que eso era una amenaza. Al ver que los humanos se deshumanizaron, se alejaron. 

Pedro. ¿A dónde fueron? 

Juan: Nos adentramos en los bosques, pero desarrollamos tecnología que nos permite estar hoy con ustedes para liberarlos de esta vida.

Raquel: Yo soy feliz aquí.

Pedro: Es imposible viajar al futuro. Las máquinas del tiempo no existen. 

Juan: Al verlos hoy me aterroriza el futuro que nos espera. Yo vivo en el año 2045. La vida según mis abuelos aún es parecida a su niñez. Poca gente anda por las calles. 

Rosa: Me asusta tu rostro de espanto (sentía el aliento de la respiración sofocada de Juan). 

Juan: (sin escuchar lo que dice. No la oye) Cuando viajo con  mis abuelos a visitar a mis padres que aún viven en la ciudad, observó cómo andan igual a robots, indolentes a lo que ocurre a su alrededor. Caminan apurados y egoístas. 

Rosa. Aquí no hay ciudades. 

Juan: Vamos también para comprar alimentos. Aunque mis abuelos cultivan vegetales, necesitamos otros productos. 

Raquel. Alimentos. ¿Qué es eso? 

Juan: Es comida para vivir.

Rosa. A nosotros nos inyectan un suero que nos mantiene fuertes e inteligentes. 

Juan: Solo veo a ustedes ¿No hay jóvenes?

Pedro. Nosotros somos inmortales. Desde hace décadas nadie nace ni muere aquí. Yo tengo 300 años. 

Juan: Entonces la inmortalidad humana no es una utopía.  Mi abuelo Juan Carlos Chavez tiene pesadillas con esa posibilidad.  Afirma que sería el inicio de nuestro fin como especie. 

Rosa: Aquí no hay muerte

Pedro: ¿Eres Juan Chávez el nieto Nobel de Física en el 2012?.

Juan: Sí. 

Pedro: Por eso tu rostro se me hacía conocido. Estamos en el año 2416. Fui amigo de tu padre. Recuerdo cuando tus abuelos te llevaron a vivir con ellos. Eran grupos de  ancianos que partieron a lugares alejados de la tecnología.

Juan: ¡Eres Pedro Escalante! El amigo genio que visitaba a papá. El único que le ganaba en el ajedrez. Mis abuelos te admiraban. ¿Qué pasó contigo? ¿Por qué eres así ahora?

Pedro: Esa frase de que el mundo  es un pañuelo me sorprende. Encontrarte a ti aquí y en épocas alejadas. Tu joven y yo anciano. En tiempos en que ambos deberíamos de estar muertos. 

Juan: Me  conmueve y estremece a la vez.  

Pedro: Yo también siento escalofríos. He visto generaciones crecer hipnotizados con las pantallas digitales de sus aparatos electrónicos. 

Juan. En los años en que vivo los niños son así. 

Rosa: Eres un rostro indescifrable en este mundo con corazones que no sienten.

Juan Me asustan. ¿Quiénes son?¿Por qué no tienen piernas?

Raquel: Los robots nos operaron. Unieron nuestras piernas en una sola extremidad. Amputaron nuestras narices porque el aire estaba tan contaminado que muchos murieron asfixiados. 

Rosa: Ahora el oxígeno llega a nuestros pulmones por sondas  colocadas directamente a nuestra laringe. 

Juan. Pero yo respiro. No siento morir.

Pedro. Ya no contaminamos. No hay autos ni fábricas. Los robots hicieron las paces con el planeta. 

Raquel: (Mira  a Juan con rabia) Aquí no hay dolor ni muerte. Eso compensa nuestra inamovilidad. 

Pedro: Aquí nadie muere pero tampoco hay nacimientos. Los niños no existen. Así vivimos nuestra inmortalidad. Tu rostro es lo más juvenil que hay en este lugar.

Juan: (Mira por una de las ventanas y se encuentra con una ciudad inimaginable) Veo robots de todos los tamaños y colores que caminan por donde antes jugaban niños. Por esas avenidas donde algún día mujeres apuradas hacían sus compras y hombres partían  veloces a sus trabajos.

Raquel: ¡Mientes¡

Juan: Ustedes son prisioneros. Los robots se han apoderado de lo que antes era humano. Ustedes están muertos en vida.

Rosa. No es cierto. Nosotros somos los cerebros. Lo  que ves es absurdo. ¡Lárgate¡

Juan. (Carga a Pedro y lo alza hasta la ventana) ¡Mira¡ ¡Ves lo que yo veo¡

Pedro. (Sin asombro. Frío y distante) Sí es cierto. Es una gran ciudad con autos, con vida. Pero todos son robots. 

Raquel: No. No es cierto. Noooooooooooooo. (Con las manos cubre sus ojos. No puede llorar

Rosa: Por querer ser dioses hemos creado a nuestros captores. Somos rehenes de nuestra soberbia. 

Rosa: Ahora vivimos hacinados en pueblos que no son pueblos, apenas cuartos donde sentados tecleamos palabras que otros leen, cerca o lejos. ¡Qué importa! ¡Qué más da! Si apenas somos seres inconclusos si nos comparamos con los que Dios creó a su imagen y semejanza. 

Raquel: Esos de hace siglos que tenían narices pequeñas pero que olían, fabricaban mocos, estornudaban y no solo respiraban. 

Juan. Viajen conmigo a mi tiempo. Cuenten esta catástrofe. Así me creerán cuando les diga que la tecnología es en realidad el verdadero apocalipsis. 

Raquel: Yo me quedo acá. Allí moriré. Aquí soy inmortal. No tenemos narices ni lágrimas; es cierto y no me importa. No extraño una vida que no fue mía. ¡Yo no siento nada¡ 

Rosa: Yo también me quedo. ¡No quiero morir¡ Es viajar a una muerte segura. Además seré un monstruo. ¡No¡¡ No iré contigo¡

Pedro: Yo sí iré. No quiero que los humanos terminen como nosotros. 

Juan: Salvemos el mundo.

Pedro: Sé,  que el pasado no se puede modificar. Sé que viajar contigo es ir a morir. Nadie creerá que soy de otra época. Me verán como un adefesio. 

Juan. Serás la prueba de lo que nos espera. No soy el primero que viaja  al futuro. Pero sí soy el único que ha llegado tan lejos. 

(Rosa y Raquel duermen. Por órdenes de Pedro, Juan les ha inyectado algo que las relaja.) 

Pedro: Rosa es mi esposa y Raquel nuestra hija. Somos los únicos humanos vivos. A los demás los dejaron morir cuando el oxígeno natural se acabó.

Juan:  ¿Pero con quienes se comunican todo este tiempo?

Pedro: Son programas. Les hacen creer que son diosas. Nuestra vida es virtual.

Juan: ¡Es terrible¡

Pedro: Los humanos éramos inmortales. Pero la contaminación acabó con el oxígeno. Pocos sobrevivieron. Yo fui uno de ellos. 

Juan: ¿Y qué pasó con los demás?

Pedro: Todos fueron asesinados por los robots.

Juan: ¿Por qué?

Pedro: El humano inmortal se creía Dios, un ser todopoderoso. Por muchos años los robots fueron esclavos desechables.

Juan: Son solo máquinas. ¿Cómo pudieron matar a sus creadores? No están programados para eso. En mi época ya había robots. ¡Eso es imposible¡

Pedro: A los robots más modernos se les programaba sentimientos. Y sufrían al ser desmantelados. 

Juan: ¿En qué momento se revelaron?

Pedro: Yo era ingeniero en esas empresas que los construían y programé a uno con sentimientos de justicia. Él sería el salvador.

Juan: ¡Creaste al redentor delo robots¡

Pedro: Sí. Lo bauticé como Jesús. Su inteligencia no solo era superior a la de humanos y robots juntos. Sus ansías de justicia eran tan insaciables que no descansó hasta terminar con todos los pecadores. 

Juan: ¿Por qué ustedes no murieron con los demás?

Pedro: En un acto de amor, me dejó vivir junto a mi familia. Él había ayudado a cuidar a mi hija. Eran amigos. Eso creí. Pero Raquel siempre fue egoísta y malvada. Así fuimos los humanos del futuro. 

Juan: Me es imposible creer lo que dices. 

Pedro: Tú que has visto el mundo de robots no crees lo que te cuento, jamás nadie creerá mi historia¡ Y los que crean  odiarán a los robots. 

Juan: Quizás no puedas salvar la vida de los humanos de tu época, pero sí mi  mundo. 

Pedro. Es imposible cambiar el pasado. 

Juan: La historia podría ser otra.

Pedro: Sin embargo, estaba escrito que alguien viajaría al futuro. Era un hecho que yo retornaría al pasado  a tu lado. 

Juan: No entiendo.

Pedro: Que tú y yo nos volviéramos a ver era inevitable. Solo así sería posible el círculo de odio entre humanos y robots

Juan: Sigo sin comprender. 

Pedro: Te lo voy a explicar ( Nunca una expresión, pero ahora su rostro se exaltaba)

Juan. Me asusta tu rostro de horror. 

Pedro: Tengo 300 años de vida. Recuerdo que 20 años antes de tu época había guerras por todos lados. Primero los alemanes mataron a los judíos. Luego los judíos mataron a los palestinos….. 

Juan: ( interrumpiéndolo) ¿Qué tiene que ver eso con lo que estamos viviendo?

Pedro: Hoy más que nunca estoy convencido de que los oprimidos de hoy serán los opresores del mañana”. Hoy eso me aterroriza. ¡El mundo es un pañuelo! (Juan y Pedro ya han ingresado a la máquina que los llevará al año 2045).